ISABEL PEREIRA PIZANI
En estos tiempos confusos, como un regalo, reencuentro "El hombre en busca de sentido",
de Víctor Frankl, psiquiatra vienés que logró sobrevivir Auschwitz.
Frankl nos interna en la profundidad de esa experiencia suya, de la cual
intentaré rescatar lo más cercano a nuestro momento nacional. Él se
preguntaba: "¿carece el hombre de la capacidad de decisión interior
cuando las circunstancias anulan o limitan la libertad de elegir su
comportamiento externo?, ¿es incapaz de escapar a las reglas de un campo
de concentración?".
Al despertar del estupor, al comprobar la ausencia de escrúpulos
de nuestro adversario, capaces de llevar a cabo minuciosas operaciones
logísticas para torcer la suerte de estas elecciones, muchos sentimos
algo parecido a lo vivido por Frankl.
Lo primero, es la constatación de la mentira como arma de
guerra. Utilizar todo el poder del Estado para acusar al contrario de
tener un programa oculto, cuando era el propio Gobierno quien escondía
sus designios comunistas.
El cuento de convertir a Venezuela en potencia, de defender la
ecología mundial, no era más que un ridículo disfraz. La toma de las
escuelas por los comisarios del partido y las rechazadas comunas nunca
se mencionaron. Solo al día siguiente del triunfo Jaua sentenció:
"continuaremos expropiando". El verdadero objetivo, la consolidación del
comunismo, se encubrió, mientras se acusaba al rival de esconder
segundas intenciones bajo la manga. Es difícil encontrar en la historia
de la humanidad tanta y tan burda mentira. Pero la trampa continúa,
ahora dicen que el cuestionable resultado electoral, es el aval para
imponer el comunismo, como afirma el incalificable Giordani ante la
Asamblea Nacional.
Es la eclosión de una gran estafa. Ocultar y mentir sobre tus
objetivos reales y luego pregonar que el resultado obtenido es una
garantía de aquello sobre lo cual mentiste. Los chavistas votaron,
algunos por amor a Chávez, otros, la mayoría, por conservar sus puestos
en las listas, por la vivienda, la misión, etc. Nunca pensaron que
votaban por imponer a Cuba en Venezuela o para transformar la mitad de
sus compatriotas en enemigos mortales.
Los venezolanos, todos, estamos incluidos en listas: la de
Tascón, la Vivienda, "Amor Mayor", Mercal, empleados públicos,
opinadores, etc. Convertir la población en listas, en números, quizás
fue la más útil recomendación de Fidel al régimen. Cuando los ciudadanos
están en listas, "lo humano" desaparece; como decía Frankl: "los
hombres solo contaban por su número de prisionero, se convertían en un
número. Estar vivo o muerto carecía de importancia, porque la vida de un
número resulta completamente irrelevante. Y todavía importaba menos lo
que se escondía tras la existencia de cada número, su destino, su
existencia, hasta su nombre". Nadie sospechó que el problema electoral
se reducía a un cruce fatal entre listas e "inocentes puntos" de
información en los centros de votación.
Así, fuimos tratados ¡qué importa que todos los estudios señalen
que los venezolanos no quieren depender de limosnas del Estado, que
rechazamos emular a Cuba, que aspiramos a un buen empleo, o a construir
un patrimonio familiar y ser libres para opinar!
Releyendo a Frankl me pregunto: ¿quiénes eran los carceleros en
Ausch-witz? Esas personas capaces de abandonar la condición humana y
enseñorearse en su poder, torturar y matar sin el menor atisbo de
compasión, a pesar de haber sido formados en estupendas escuelas, ser
fieles a las misas dominicales, a su familia y a sus hijos? Al unísono
desfilan por mi mente los rostros de los capos de este régimen nuestro,
con la sonrisa burlona de alguien que "Dios nos ha dado" y los arrebatos
emocionales de algunas Blancas, Luisas y Marías.
Frankl nos enseña que el dolor, por la inexistencia del tiempo
cuando ignoras el final de tus pesadillas, nos enfrenta a lo
irreductible; es decir, a aquello que nos hace verdaderamente humanos, y
es el poder acogernos a nuestra libertad interior: "la última de
las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debes
asumir frente al destino- para decidir tu propio camino" la que nadie
nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un
sentido".
Hoy estamos frente a ese reto: dejarnos doblegar, abandonar o,
por el contrario, pensar que con nuestra voluntad, utilizando nuestra
libertad interior, podremos vencer la mentira y espantar el horror de
terminar como un país de listas.
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