Asamblea de Ciudadanos México D.F.

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Sábado 26 de enero 2013 10a.m. Parque Lincoln Polanco

martes, 20 de noviembre de 2012

País de listas

ISABEL PEREIRA PIZANI


En estos tiempos confusos, como un regalo, reencuentro "El hombre en busca de sentido", de Víctor Frankl, psiquiatra vienés que logró sobrevivir Auschwitz. Frankl nos interna en la profundidad de esa experiencia suya, de la cual intentaré rescatar lo más cercano a nuestro momento nacional. Él se preguntaba: "¿carece el hombre de la capacidad de decisión interior cuando las circunstancias anulan o limitan la libertad de elegir su comportamiento externo?, ¿es incapaz de escapar a las reglas de un campo de concentración?".

Al despertar del estupor, al comprobar la ausencia de escrúpulos de nuestro adversario, capaces de llevar a cabo minuciosas operaciones logísticas para torcer la suerte de estas elecciones, muchos sentimos algo parecido a lo vivido por Frankl.

Lo primero, es la constatación de la mentira como arma de guerra. Utilizar todo el poder del Estado para acusar al contrario de tener un programa oculto, cuando era el propio Gobierno quien escondía sus designios comunistas.

El cuento de convertir a Venezuela en potencia, de defender la ecología mundial, no era más que un ridículo disfraz. La toma de las escuelas por los comisarios del partido y las rechazadas comunas nunca se mencionaron. Solo al día siguiente del triunfo Jaua sentenció: "continuaremos expropiando". El verdadero objetivo, la consolidación del comunismo, se encubrió, mientras se acusaba al rival de esconder segundas intenciones bajo la manga. Es difícil encontrar en la historia de la humanidad tanta y tan burda mentira. Pero la trampa continúa, ahora dicen que el cuestionable resultado electoral, es el aval para imponer el comunismo, como afirma el incalificable Giordani ante la Asamblea Nacional.

Es la eclosión de una gran estafa. Ocultar y mentir sobre tus objetivos reales y luego pregonar que el resultado obtenido es una garantía de aquello sobre lo cual mentiste. Los chavistas votaron, algunos por amor a Chávez, otros, la mayoría, por conservar sus puestos en las listas, por la vivienda, la misión, etc. Nunca pensaron que votaban por imponer a Cuba en Venezuela o para transformar la mitad de sus compatriotas en enemigos mortales.

Los venezolanos, todos, estamos incluidos en listas: la de Tascón, la Vivienda, "Amor Mayor", Mercal, empleados públicos, opinadores, etc. Convertir la población en listas, en números, quizás fue la más útil recomendación de Fidel al régimen. Cuando los ciudadanos están en listas, "lo humano" desaparece; como decía Frankl: "los hombres solo contaban por su número de prisionero, se convertían en un número. Estar vivo o muerto carecía de importancia, porque la vida de un número resulta completamente irrelevante. Y todavía importaba menos lo que se escondía tras la existencia de cada número, su destino, su existencia, hasta su nombre". Nadie sospechó que el problema electoral se reducía a un cruce fatal entre listas e "inocentes puntos" de información en los centros de votación.

Así, fuimos tratados ¡qué importa que todos los estudios señalen que los venezolanos no quieren depender de limosnas del Estado, que rechazamos emular a Cuba, que aspiramos a un buen empleo, o a construir un patrimonio familiar y ser libres para opinar!

Releyendo a Frankl me pregunto: ¿quiénes eran los carceleros en Ausch-witz? Esas personas capaces de abandonar la condición humana y enseñorearse en su poder, torturar y matar sin el menor atisbo de compasión, a pesar de haber sido formados en estupendas escuelas, ser fieles a las misas dominicales, a su familia y a sus hijos? Al unísono desfilan por mi mente los rostros de los capos de este régimen nuestro, con la sonrisa burlona de alguien que "Dios nos ha dado" y los arrebatos emocionales de algunas Blancas, Luisas y Marías.

Frankl nos enseña que el dolor, por la inexistencia del tiempo cuando ignoras el final de tus pesadillas, nos enfrenta a lo irreductible; es decir, a aquello que nos hace verdaderamente humanos, y es el poder acogernos a nuestra libertad interior: "la última de las libertades humanas -la elección de la actitud personal que debes asumir frente al destino- para decidir tu propio camino" la que nadie nos puede arrebatar, la que confiere a la existencia una intención y un sentido".

Hoy estamos frente a ese reto: dejarnos doblegar, abandonar o, por el contrario, pensar que con nuestra voluntad, utilizando nuestra libertad interior, podremos vencer la mentira y espantar el horror de terminar como un país de listas.

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